Oscar Müller Creel
- Oscar Müller es Doctor en Derecho y tiene el grado de Maestro en Administración de Justicia y candidato a maestro en periodismo. Es originario de la ciudad de Chihuahua, México. Es colaborador en Radio Claret América de Chicago Illinois, en temas de Derechos Humanos y Administración de Justicia y sus columnas de opinión se han publicado en el periódico Hoy del grupo Tribune Publishing Company de Chicago Illinois EUA, la cadena noticiosa Hispanic Digital Network de CISION, así como en el Heraldo de Chihuahua del grupo Organización Editorial Mexicana. Ha escrito libros sobre Derechos Humanos y Ética del Abogado, así como artículos científicos en Universidades de México, Colombia y España. Correo: [email protected]
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Sin novedad en el frente
Por: Oscar Müller Creel Zoon politicon, es la frase que Aristóteles utilizó para describir la naturaleza del ser humano como un ente que requiere de vivir en convivencia con sus semejantes y, cuánta razón tenía el estagirita, no podemos concebir al ser humano sobreviviendo solo en la naturaleza. En la vida animal encontramos multitud de ejemplos que nos develan la terrible debilidad de los humanos frente a la vida en su estado más prístino, basta con pensar en una cría de gorrión que a las pocas semanas de nacida ya puede valerse por si misma, o una de mamífero como el caballo, que a los pocos meses de su nacimiento ya podrá sobrevivir por si en la naturaleza. ¿Y el hombre? La respuesta es clara para cualquiera, el ser humano a diferencia de los otros seres vivos en el planeta, requiere de años para que se pueda considerar como apto para sobrevivir por sus propios medios. Pero la idea del hombre social va más allá: el ser humano requiere de la presencia de sus semejantes para poder sobrevivir. Tengo muy presentes dos ejemplos que sobre esto nos han dado la literatura y el cine. El primero es el caso del personaje creado por Daniel Defoe, que naufraga en una isla y puede sobrevivir gracias a lo que logra rescatar del barco encallado y el otro caso es el personaje de la película Naufrago interpretada por Tom Hanks y en la que el personaje, que sobrevive a un accidente aéreo, logra rescatar del mar implementos que le ayudan a sobrevivir en la soledad de la isla donde naufragó. En ambos casos el personaje sobrevive gracias a los artilugios creados por la civilización, es decir, que a pesar de estar en completa soledad son las herramientas que lograron rescatar las que les permiten sobrevivir en la naturaleza. El hombre es un ente social, requiere de la convivencia con los demás para su supervivencia como especie, al igual que otras como las hormigas, los equinos o los cánidos, el interactuar con sus semejantes le permite sobrevivir en la hostilidad que nuestro planeta representa. Si trasladamos esta circunstancia a la evolución que ha tenido la humanidad, podremos constatar que con el devenir histórico nuestra convivencia se ha convertido en sociedades que tienen rasgos comunes como: la cultura, el idioma, la religión y territorio de asentamiento y hemos creado naciones y con éstas las guerras, pues la ambición es otra característica del ser humano que promueve su autodestrucción. Fue a raíz de las dos grandes guerras que se suscitaron en la primera mitad del siglo pasado que la humanidad trató de crear un consenso para que las naciones se uniesen bajo una organización a la que denominamos Organización de las Naciones Unidas, la que no ha sido lo suficientemente fuerte para impedir los conflictos que la ambición humana provoca y en estos momentos vivimos una guerra en Europa del Este, que muy bien pudiera desatarse en otra conflagración mundial. Una experiencia que me ha llevado a las reflexiones aquí plasmadas fue la vista de la película titulada en español Sin novedad en el frente, visible en la plataforma NETFLIX, que nos relata la experiencia de la Primera Guerra Mundial desde dos aspectos: la experiencia de los jóvenes soldados que luchaban en las trincheras y la de los dirigentes que llevaban su propia lucha interna y política. La película, de factura alemana, está basada en la novela de Erich Paul Remark, cuyo título original fue Im Westen nichts Neues. El trabajo cinematográfico ha sido muy loado, recibió 14 nominaciones en la Academia Británica de Artes Cinematográficas y de televisión y fue la primera película alemana a ser nominada para el Oscar. Todo el filme, en su crudeza, nos lleva a pensar en el daño que causa la ambición humana, una escena en particular me llamó la atención. Alemania no tenía ya posibilidad de ganar la guerra y los jóvenes germanos morían como moscas en las trincheras por las condiciones insalubres que sufrían, los continuos ataques y la hambruna. Ante esto, se pacta una reunión para negociar la rendición, esto se lleva a cabo en un vagón de ferrocarril en la región de Compiègne en Francia; los representantes de Francia presentan condiciones realmente humillantes a sus homónimos alemanes y les aclaran que éstas no son negociables, dándoles un plazo de 72 horas para firmar; ante las pérdidas continuas de vidas de los jóvenes alemanes. Es un hecho de sobra conocido que las condiciones degradantes de ese armisticio crearon gran descontento en el pueblo alemán lo que le llevó a aceptar el liderazgo del austriaco Adolfo Hitler y el partido Nacional Socialista, lo que empoderó a ese país y a poco más de 20 años de la firma de aquella humillante rendición, un nuevo conflicto vino a provocar la muerte de millones de jóvenes de una nueva generación. De la historia me surgieron algunas reflexiones: Quizá si la soberbia del vencedor hubiese estado doblegada por un poco de sentido humano, no se hubiese dado la Segunda Guerra Mundial. ¿No será acaso que los seres humanos, junto a nuestra naturaleza social, llevamos también el gen de la autodestrucción de la especie?